Son productos que, añadidos al hormigón, adelantan el fraguado o el endurecimiento del mismo y, en general, ambos procesos a la vez.
Entre los aceleradores de fraguado clásicos está el carbonato sádico, cuya dosificación óptima (que suele oscilar entre el 2 y el 5 por 100 del peso del cemento) conviene determinar en cada caso, ya que en pequeñas proporciones actúa más bien como retardador.
Son aceleradores de endurecimiento: los cloruros (de calcio, de sodio, de aluminio, etc.) las bases alcalinas (sosa, potasa, amoníaco) y sus sales (carbonatos, silicatos, aluminatos, etc.). Debe recordarse también que el calor es un acelerador de fraguado y endurecimiento, así como la cantidad de agua de amasado, cuya disminución acelera el fraguado (ver tabla 2.8).
El empleo de aceleradores tiene por objeto, en general, reducir el tiempo de desmoldeo o desencofrado, lo que adquiere gran importancia en prefabricación. También se utilizan en el hormigonado en tiempo frío, para conseguir que el hormigón adquiera resistencias rápidamente y contrarrestar el efecto retardador de las bajas temperaturas.
Tradicionalmente, el producto más comúnmente empleado es el cloruro cálcico que, utilizado en dosis del orden del 1,5 al 2 por 100 del peso del cemento, es el acelerador m1s eficaz que se conoce, especialmente en tiempo frío. Normalmente no debe hormigonarse cuando se prevea que la temperatura en las 48 horas siguientes puede ser inferior a O °C (lo que puede suponerse si la temperatura a las 9 de la mañana —hora solar— es inferior a +4 °C). El empleo del cloruro cálcico en la dosis indicada permite hormigonar aunque se prevean temperaturas de ---3 ºC (es decir, de +1 ºC a las 9 de la mañana).
Ahora bien, como la presencia de cloruros en el hormigón provoca a veces (y favorece siempre) fenómenos de corrosión en el acero, las modernas instrucciones prohiben su empleo en hormigón armado, admitiéndolo sólo para hormigones en masa.
TABLA 2.8
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